Por. CE
Hace algunos años me crucé con un aviso en la revista Rolling Stone donde se intentaba llamar la atención de los empresarios, invitándolos a reflexionar –de una manera muy directa y poco sutil – acerca de los desastres naturales que recientemente han sido devastadores para distintas sociedades.
En resumidas cuentas, el texto del aviso decía que: si el saldo de vidas y la destrucción causada no eran asuntos importantes para cambiar las cosas, pensaran entonces – desde su posición de grandes empresarios – en la cantidad de potenciales clientes que habían perdido a causa de estas desgracias.
El aviso me pareció excelente porque a nivel conceptual planteaba un giro muy inteligente, una forma de pararse frente a las situaciones cotidianas, comunicando una preocupación social, haciendo uso de un recurso genial: hablar de lo que interesa.
Muchos años después y hace unos días, pedaleaba por la ciclorruta de la Carrera 13 cuando me puse a observar qué estaba pasando a mi alrededor. Quería, necesitaba comprar unas cosas y no encontré un solo lugar donde dejar mi bicicleta segura y protegida.
Rápidamente hice el ejercicio, no era la primera vez que me pasaba y pensé en cuántos lugares más había visitado en la ciudad, donde me tocó amarrar la bici a un poste de luz, a una reja o, incluso, dejarla en el depósito de un centro comercial (Sí, algunos ya sabrán cuál es).
En ese momento se me vino a la cabeza el anuncio en Rolling Stone y una conversación que había tenido en varias ocasiones con amigos.
Los ciclistas queremos parqueaderos por razones obvias, la bici es nuestro medio de transporte y lo necesitamos día a día, por lo cual tener un lugar donde parquear tranquilo es una garantía.
Además, si tenemos ciclorrutas y fomentamos cada vez más el uso de la bici, también esperamos que existan lugares donde parquear, parqueaderos en TODOS LADOS … Es una especie de razonamiento bastante lógico ¿No?.
Pero, también me he preguntado ¿Qué opinan los empresarios, los pequeños propietarios, los negocios al respecto? Tal vez para algunos, acondicionar un parqueadero para bicicletas sea un dolor de cabeza. Tal vez para otros, los ciclistas no seamos su público. Tal vez – y me animo a decir esto – muchos otros no tengan idea de quiénes usan la bicicleta, cuántos son y cuáles son sus intereses.
La cuestión es: ¿alguna vez, los señores empresarios, han considerado poner parqueaderos de bicicletas como una opción para ganar más clientes?
Hablemos entonces de sus intereses, y de los nuestros, como hablaba ese aviso en la revista Rolling Stone. Porque todos los que montamos en bici lo hemos vivido, no hay parqueadero = nos vamos.
Probablemente, no se vuelvan millonarios por poner un biciparqueadero, pero seguramente no solo tendrán más clientes, su lugar se llenará de gente sociable, alegre y con muy buena onda (bueno, en general).
Un establecimiento biciamigo demuestra su compromiso no solo con la sociedad y con el medio ambiente, sino también promueve una actitud más positiva frente a la vida, apoyando a los que usamos formas alternativas de movernos.
Un parqueadero para bicicletas es más que un parqueadero, es una forma de inclusión, es una invitación, una forma de decir “mis puertas también están abiertas para tí”.