El francés Hervé De Bertereche llegó el pasado domingo a Bogotá. Vino a conocer y a corroborar con sus propios ojos y en su bicicleta lo que le contaron sus amigos sobre una ciudad “de contrastes”.
En sus primeros recorridos se dio cuenta a que se referían con el
término “de contrastes”. Se encontró con un clima benigno para los
biciusuarios, terrenos planos que facilitan los viajes y hermosos sitios para
visitar. Sin embargo, también se tropezó – literalmente – con peatones y
conductores que no respetan. El dictamen de este ciclista de 50 años y que
lleva más de 8.000 kilómetros recorridos por todo el mundo fue: aquí está
pasando algo y es para bien.
No hace falta que un extranjero lo diga, los habitantes de Bogotá lo notan
por la cantidad de ciclistas que pasan por las ciclorrutas y calles, lo notan
cuando van al centro y se encuentran con un servicio de bicicletas públicas, cuando
en la noche o en el día ven y escuchan los pitos y los gritos de decenas de
personas montados en bici (llueve, truene o relampaguee). También se dan cuenta
que la ciudad está cambiando cuando observan que sobre las vías se adecuan
carriles exclusivos para los ‘caballitos de acero’.
Pero las revoluciones
suponen desafíos. Mejorar la infraestructura, implementar planes de
seguridad, hacer pedagogía para todos
los actores de movilidad y cambiar los hábitos de movilidad son solo algunos de
los retos que tiene por delante esta
Bogotá bicicletera.
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