Así recuperé mi Brompton

Por: Un bogotano que cree en milagros

Omito mi nombre por seguridad. No es por hacerme el importante, ni más faltaba. Accedí a contar cómo me robaron mi bicicleta plegable, ya que mi historia podría evitar que otros incautos caigan en la trampa de los ladrones.

En julio del año pasado compré una Brompton. Mi idea inicial era desplazarme de mi casa al trabajo y viceversa. Sin embargo, me fue tan bien (comodidad y ahorro de tiempo, dinero en parqueaderos y gasolina) que decidí convertirla en mi principal medio de transporte y utilizarla para todo. Tomaba las precauciones necesarias para que los recorridos fueran seguros: uso de la ciclorrutas, evitar zonas poco confiables, no circular a altas horas de la noche, respetar las señales de tránsito, los peatones, los vehículos y a los otros biciusuarios, entre otras medidas.

Pero a veces esto no es suficiente y hay situaciones que se salen de nuestras manos, eso fue lo que me pasó precisamente el miércoles 8 de mayo. Ese día tenía una reunión en el barrio El Polo. Salí de mi oficina en la Calle 100 con carrera 19 en mi bicicleta. Tomé la ciclorruta de la 19, luego el puente peatonal de la 94 y seguí por la ciclorruta que conecta con la carrera 30. Llegué a las 2:15 p.m. a la cita. Dos horas después estaba saliendo y me devolví por la misma ruta. Debajo de los puentes de la 92 había dos tipos tratando de arreglar una bicicleta, me pareció una escena habitual. La sorpresa vino cuando uno de los hombres obstaculizó mi paso y el otro me bajó a la fuerza de la bicicleta. Todo pasó en cuestión de segundos. Uno se montó en mi bicicleta y el otro, en la que supuestamente estaban arreglando. Los tipos se fueron hacia el sur. Aunque corrí y pedí ayuda a gritos no pude hacer nada. La gente que iba en los carros miraba sorprendida, algunos ciclistas pararon y me ofrecieron ayuda, pero ya no había nada que hacer.

La verdad no iba a poner el denuncio del robo, me daba pereza y me parece que la policía no le para bolas al tema del hurto de bicicletas, pero mi mamá terminó por convencerme y lo hice. Duré una semana yendo al trabajo en bus y en mi carro. Tenía rabia no solo por la plata invertida en la Brompton, sino porque desarrolle un cariño especial por mi bicicleta (ustedes me entienden). Prometí no volver a meterle plata a una bicicleta y por eso me compré una de esas que venden en el Éxito.

El miércoles 7 agosto aproveché que era festivo para ir a desayunar con unos amigos al Pan Pa Ya de la 85 con 11 y cuando salía del lugar vi que un muchachito llevaba mi Brompton. Era la mía, la identifique por el color, los accesorios. No tenía dudas. Pues lo aborde y le dije que esa bicicleta era mía. El niño se asustó, pensó que yo era un ladrón; entonces dijo que iba a llamar al papá. El papá llegó a los 10 minutos, muy tranquilo y decente sugirió  que fuéramos a un CAI cercano. Acepté y los tres nos fuimos caminando.

El señor había comprado la bicicleta en un local del barrio 7 de agosto por 500.000 pesos (la cuarta parte de lo que me había costado a mí). Les explicamos a los policías del CAI lo que había pasado, yo les mostré el denuncio y los papeles que me acreditan como propietario. Nada que hacer los agentes sugirieron que me la devolvieran y me la devolvieron sin problemas.

El señor adelanta acciones legales contra el dueño del local que le vendió la bicicleta. Yo le brindé mi colaboración, le di copia de la denuncia y la carta de propiedad, pero me cuenta que hasta ahora las autoridades no han ni siquiera ido a local a revisar si hay más bicicletas robadas. Insiste en que todo es una mafia.

Yo estoy feliz con mi Brompton. Luego de recuperarla le mande hacer un mantenimiento de lujo y quedo como nueva. Sigo yendo en ella al trabajo y a todas partes; eso sí ahora no me confío de nadie.